viernes, 30 de septiembre de 2011

Ella es Feliz.

Es una rutina, un ritual. Ella se levanta cada mañana, camina hacia el espejo y se mira. Mira cada parte de su cuerpo, sus manos, sus piernas, su cintura... Recorre cada espacio con su mirada. Una mirada llena de decepción, de asco, de odio. Se mira y no etiende. Se mira y se pierde. Las lágrimas caen de sus ojos, caen rápidamente y ella se sigue mirando, esperando que alguna lágrima le hable y le explique por qué es así. Por qué Ella. El odio crece. Intenta romper el espejo, quebrar ésa imágen que le devuelve. Intenta desarmar la imágen que la sociedad le dá. Quiere silenciar la voz de aquellos que le gritan, que le gritan que Ella se debe odiar, porque no es como las demás. Se tira al suelo. Se agarra la cabeza. No para de derramar lágrimas. Trata de entender, por qué. Miles de imágenes dan vueltas en su cabeza. Se le ocurren infinitas ideas. Y todo vuelve a lo mismo, a su cuerpo. Ese cuerpo amorfo, que es rechazado por Ella, por Ellos... Las voces que hay en su cabeza hacen que sienta que su vida no vale la pena, que es distinta. El mundo le dice en cada momento, con cada acto, con cada palabra que no merece nada, que se quedará sola, por ser así, así como es, distinta a las demás, por ser la más rara dentro de las mayores rarezas.
Se levanta del suelo y grita. Grita tan fuerte como si de esa manera le escupiera a la sociedad. No solo se odia a ella misma, los odia a Ellos, los odia por hacer que hoy en día Ella sea así, por hacer que se sienta así, por hacerle creer que Ella no es nada, y que Ellos son todo... Por castigarla, por no ser tan bella como Ellos quieren...
Se lava la cara, y se va.
Sale con una sonrisa, como si nada hubiera pasado...
Fuera de allí Ella es "Feliz".-